El agua es decisiva. Si hay poca, la vida y la tierra se mueren. Si hay demasiada, el
efecto sobre ellas es devastador. Y esto es lo que sucede en algunas partes
del mundo donde las inundaciones no dan tregua. La peor fue la de 1931,
cuando el río Amarillo, en China, mató a cerca de 4.000.000 personas.
Mucho más cercanas en el tiempo fueron las riadas de Europa Central en
2002, que costaron la vida a más de 100 personas y causaron daños
por valor de 1.280 millones de dólares. En España, son bastante corrientes
en Cataluña, Valencia y Baleares. La de Biescas, Huesca, en agosto
de 1996, es una de las más recordadas. Hubo 87 muertos y 183 heridos en el camping
Las Nieves, donde la cantidad de agua caída en una hora originó una riada de 500 m3.
En Argentina, en 2003, las inundaciones en Santa Fe,(foto arriba) por el
desborde del río Salado, causaron, además, daños por unos 2.878 millones
de dólares. La cifra fue estimada por la Comisión Económica para América
latina y el Caribe (CEPAL), que indicó que los daños fueron equivalentes
a los provocados por el terremoto que sacudió El Salvador en 2001.
En declaraciones a MUY, Daniel Duband, hidrólogo y experto en
inundaciones, señaló que, no obstante, “no aparecen por ningún
lado datos que demuestren una incidencia del cambio climático en
un presunto aumento de las inundaciones; es más, creemos que no tendrá
influencia hasta dentro de cincuenta años o más, en el supuesto caso
de que la tenga, dado que es un fenómeno muy reciente”.
¿Aumentarán las riadas?
Según el Panel Internacional para el Cambio
Climático, “es probable que los episodios
meteorológicos extremos aumenten en
frecuencia y fuerza durante el siglo XXI
como resultado de los cambios en
la media y/o en la variabilidad del clima”. Pero la deforestación, la mala urbanización,
la emigración, la pobreza, la industrialización y el desarrollo económico
global inciden también sustancialmente en los daños ocasionados por este fenómeno.
En la foto se ve el aspecto del Camping Las Nieves, en Huesca (España), en 90
segundo fue anegado por 13.000 toneladas de sedimentos. Con el agua se
va el dinero, además de las pérdidas de vida que ocasionan, crean inmensos
perjuicios económicos. En los últimos 10 años éstas costaron unos 235.000
millones de dólares.
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